"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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27-05-2013 |
Las patas de la sota
Jorge Zabalza
Desde 1968 a 1972 Alicia Rey Morales y Héctor Amodio Pérez integraron diferentes organismos de dirección del movimiento de Liberación Nacional (Tupamaros). Fueron de los cuadros más importantes del movimiento guerrillero, organizaron la columna 15 que fue la que demostró mayor eficiencia y capacidad operativa, comandaron y participaron en muchas de las operaciones de mayor trascendencia, tomaron decisiones que afectaron la vida y la muerte de muchas personas. Hoy se muestran como inocentes de toda responsabilidad, como si nunca tuvieron nada que ver con el “accionismo”, el “sancionismo” y el “militarismo”, los males que determinaron la debacle del MLN (T) y en los cuales esta parejita tuvo muchísmo que ver.
El 16 de marzo de 1972 luego que se comproboran una serie de maniobras que realizó para impedir que Raúl Sendic y Eleuterio Fernández Huidobro integraran la dirección del Movimiento, Héctor Amodio pidió ser enviado a Chile y hacerse cargo de la columna organizada en ese país por quienes allí estaban refugiados. Se resolvió “sacarlo” a Chile pero sin ningún tipo de responsabilidad. Implícitamente se lo estaba dando de “baja” de la organización y alejándolo del teatro de operaciones por tener dudas sobre cual podría se su reacción en caso de ser apresado. No fueron diferencias políticas el motivo de su separación del MLN(T), fue él susto.
El 25 de mayo de 1972 Amodio fue detenido por tropas del Batallón Florida y, según relata, se tragó todas las pastillas de “Vallium” que usaba diariamente para calmar sus nervios. Al despertar en la camilla de la enfermería, se encontró con el teniente segundo Armando Méndez, que por ser hijo del general homónimo tenía mucho peso en la cadena de mando de la unidad. Rápidamente llegaron a un acuerdo: a cambio de organizar el caos de información amontonada en el despacho de la recién nacida OCOA, serían dejado en libertad el matrimonio. Es de remarcar que en ninguna de sus extensas cartas dice haber sido interrogado bajo tortura, no pasó por las barbaridades que sufrieron todas y todos, no se quebró en la tortura. Amodio dice que lo hizo por amor a Alicia Rey Morales, que traicionó para salvarla de la tortura. Al parecer no tenïa ningún sentimiento hacia quienes mandó a la tortura y la muerte. Desde que fundaron el movimiento guerrillero, Alicia y Amodio sabían a qué peligros se exponían, no eran una parejita de ingenuos quinceañeros. Si algún día llego a traicionar a los demás para salvar a Veronika, estoy seguro que ella me deja de amar.
Armando Méndez consultó al general Cristi, comandante de la Región No. 1, la más poderosa del Uruguay, quién autorizó lo solicitado por el subalterno. Evidentemente el mando adjudicaba al trabajo realizado por la pareja la importancia suficiente para correr el riesgo de otorgar esa mini-amnistía clandestina e ilegal. Alicia y Amodio sistematizaron la información para que pudiera ser utilizada en perseguir, detener y torturar a miles de personas. Sin Amodio la OCOA no habría sido tan efectiva o, por lo menos, habría demorado bastante más en disponer del archivo que necesitaba para cometer sus crímenes contra la humanidad y, tal vez, mucha gente estaría viva todavía. En sus cartas Amodio resta importancia al accionar de OCOA, pasa por alto la historia de los desaparecidos y asesinados en la Cuenca del Plata, le hace un servicio ideológico a sus compinches del terrorismo de estado.
La primer tarea que realizó Amodio para la OCOA fue de espionaje a sus propios compañeros. Lo metieron en la celda donde estaban Adolfo Wassen y Rodolfo Wolf. Un drama digno de la pluma de Shakespeare: dos prisioneros, torturados hasta el cansancio por los verdugos, confían ciegamente en un tercer prisionero, sin saber que éste último está asociado con los torturadores. Cuenta Samuel Blixen en su libro “Sendic”: “Amodio no sabe dónde está el local de la cárcel del pueblo, sí sabe que Rodolfo Wolf conoce el lugar. Héctor (nombre de guerra de Wolf) aguanta la tortura hasta el límite de sus fuerzas y los torturadores temen un ataque al corazón o un intento de suicidio, con lo que perderían preciosa información. Entonces Amodio, que lleva años militando junto con Wolf, lo convence de que es necesario aportar la información, que hay una negociación y que todo depende de que se rescate a los prisioneros con vida. Wolf no sospecha. Mantiene por su jefe el respeto y la admiración surgidos en la intensa militancia en la que ambos se han jugado la vida muchas veces. Y le revela el secreto. El 27 de mayo el ejército rodea la casa de la calle Juan Paullier; la ama de casa que da cobertura avisa desesperadamente a los cuatro tupamaros que están de custodia en la pieza subterránea ubicada debajo del garaje, que el ejército sabe que allí están los prisioneros y que Amodio quiere hablar con ellos antes de que se cumpla la orden prevista de ejecución en caso de allanamiento". A dos días de ser detenido, Héctor Amodio Pérez cosechó su primer éxito en su carrera de traidor.
Entregada la cárcel del pueblo y prontos los archivos de la OCOA, Amodio había ganado su libertad pero, para disfrutar de ella necesitaba las treinta monedas. Debía vender algo más. Conspirando con Armando Méndez y otros de los oficiales del “Florida”, en setiembre de 1972 logró entrevistarse nueve horas con el periodista Federico Fassano. Le entregó un manuscrito para editar un libro con la “verdadera historia del MLN (T)”, presumiendo que los derechos de autor serían suficientes para cubrir sus gastos en el exterior. En su historia acusaba a Wilson Ferreira Aldunate, Enrique Erro, Zelmar Michelini, Liber Seregni y Héctor Gutiérrez Ruiz de estar vinculados al MLN(T). Falsedad total. Además de traidor, mentiroso. Las acusaciones vinieron como anillo al dedo a los generales Cristi y Gregorio Álvarez para desprestigiar los parlamentarios y servir de excusa al golpe de Estado en desarrollo. Esta conspiración entre los capitanes, Amodio y los generales golpistas se hizo a espaldas del comandante del ejército general César Martínez y del jefe de inteligencia Ramón Trabal. Orgulloso de estar sumergido en toda esa mierda, Amodio confió a Fassano que estaba participando en los actos preparatorios del golpe militar. Fassano informó de inmediato a Seregni y a Wilson de la amenaza y éste lo denunció al presidente Juan María Bordaberry. La ejecución del plan golpista quedó postergada por unas semanas.
Reenganche
Cuarenta años después, Amodio reengancha en la vida política con otra “historia verdadera”, una serie de anécdotas inconexas destinadas a justificar su cobardía. Sin embargo en ella confiesa que militó en la OCOA y que salía uniformado de patrullaje. Hasta ahora las pruebas de la traición, eran los testimonios de sus víctimas, pero su confesión descarada releva de toda prueba. Es un traidor confeso. Miente cuando dice que se ponían uniformes a todos los que eran conducidos al Hospital Militar o el Juzgado Militar. Miente cuando dice que nadie lo acusa de haberlo “marcado”: Julio Marenales lo reconoció cuando lo detuvieron y le lanzó una granada que no explotó. Héctor Amodio Pérez debe presentarse en un juzgado penal para hacerse cargo de su complicidad en los crímenes cometidos por la OCOA.Tal vez debiera incluso declarar en la causa del Plan Cóndor en Buenos Aires pues la OCOA fue el instrumento uruguayo del terrorismo regional.
Traición y mentira es el contexto ético y moral de su reaparición en el escenario político. La historia que Amodio cuenta es la historia contada por un traidor mentiroso. Amodio relata varios episodios inconexos para justificar su cobardía y enlodar al movimiento revolucionario. Por supuesto, la historia del MLN(T) tuvo sus claros y oscuros, como todas las historias de las revoluciones en el Uruguay y en América Latina. La historia la hace las mujeres y los hombres con sus pequeñeces y miserias. El Partido Nacional fue fundado por alguien apodado el “degollador” y tuvo entre sus héroes a Antonio Floricio Saravia, el “Chiquito”, que con la mejor de las intenciones cometió una atrcidad en casa de la familia Muniz y para reivindicar su condción humana cargó a pecho descubierto hasta que lo mataron. Del Partido Colorado mejor ni hablar, toda su historia está tachonada de intrigas, golpes militares, asesinatos y genocidio.
La historia de los tupamaros está iluminada por el heroísmo de las compañeras y los compañeros. La falsficación que hace Amodio es perversa, en particular con la memoria de Raúl Sendic y Adolfo Wassen, que no pueden defenderse y que durante once años fueron sometidos a condiciones de aislamiento y a un hostigamiento permanente. Mientras el traidor disfrutaba de su mal habida libertad, los médicos militares dejaron morir a Wassen aquejado por un cáncer que podía haber sido controlado. Las cartas de Amodio tienen la mira puesta en desprestigiar la memoria de Raúl Sendic y de todos los revolucionarios, presentándolos como seres despreciables, capaces de las peores aberraciones. Las cartas de Amodio son la continuación de aquellos enormes libracos infames dirigidos a “la Nación”, que publicaron las fuerzas armadas en los setenta. Están claramente dirigidas a desalentar los jóvenes que hoy día mantienen aspiraciones y esperanzas revolucionarias. Es un operativo para espantar el fantasma que siempre acosa a los sectores más reaccionarios, la idea de una revolución socialista. No parece que Amodio acometa esta empresa sin compañía... quiénes serán sus socios en esta nueva “operación enchastre” tan parecida a la 1972?. Cuántas serán las monedas que le redituará su reaparición?
Hay periodistas que saludan con alborozo que “ahora sí se sabrá la verdad sobre la sórdida historia de los tupamaros”. Tal vez a muchos de ellos les pase desapercibido que la traición y la mentira son la materia prima de la versión Amodio y acompañan su jueguito de mosqueta. Por supuesto habrá otros periodistas que comparten con Amodio el odio a la revolución y a los tupamaros y se ubican en la misma trinchera que Héctor Amodio Pérez. Para ellos su traición no fue traición sino simplemente treparse al carro de los “buenos”, del terrorismo de estado necesario para impedir que la patria cayera en manos de la subversión y el comunismo. En ese marco ideológico comienzan a agitar nuevamente los casos de Pascasio Baez y Roque Arteche, como otros los agitaron en las radios, la tele y las tapas de los diarios durante toda la dictadura, como lo hicieron en 1987 todos los medios de comunicación para hacer campaña por la Impunidad de los criminales. El de Baez y el de Arteche fueron homicidios injustificables y por ellos pagaron en tortura y verdugueo varios hermanos y hermanas míos, bastante los persiguieron, algunos enloquecieron, otros murieron en prisión. No son de “lesa humanidad” como dije cuando Gabriel Pereira me puso en la mira de Amodio. Para ser tales debe cometerlos el Estado, pero están sirviendo de punto de apoyo para quienes quieren transformar las luchas heroicas del pueblo en una sórdida historia de crímenes y resentimientos. No se hace la historia de los 700 torturados que pasaron por Artillería No. 1, entre las cuales abundaron las actitudes heroicas, sino que se escribe una novela sobre el coronel Agosto y los cinco compañeros que colaboraron con los milicos. Es la ideología del sistema que apunta la mira del que escribe, que no rescata el marco entero sino la parte más miserable de los hechos.
Lamentablemente el siglo XXI ha parido un montón de ex-guerrilleros que no tienen el más mínimo interés en rescatr la historia de la revolución, más bien desean fervorosamente enterrarla y que la gente que los vota olvide que alguna vez fueron revolucionarios. Calculan en votos perdidos o ganados, tiemblan cuando ocurren imprevistos de este tipo. Frente a la “operación enchastre” que inician las cartas de Amodio, ignorarlas no parece la respuesta más conveniente; el que calla otorga y tal vez tenga miedo que salgan otras verdades a luz. Hay que mostrar las patas de la sota para que no prosperen la mentira, las dudas y la confusión; es, además, una oportunidad concreta para divulgar elementos de la historia reciente, en especial el proceso que condujo al golpe de Estado. Hay que confiar en la capacidad e inteligencia de la opinión pública para hacerse un juicio de valor. Además, los votos se pierden por otros motivos, no por la historia infame que hace este traidor.
26 de mayo del 2013
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